Partimos desde la estación de Dar-Es-Salaam y nuestro tren nos lleva entre algunas reservas naturales, lo que nos permite ver alguna jirafas, esqueletos de grandes mamíferos, árboles de elevada copa y grandes termiteros. Sin contar con el inestimable atardecer de la sabana entre los poblados.
No obstante, ni nuestros ojos ni nuestro corazón pueden pasar por alto la miseria de los niños descalzos y con ropas raídas que se acercan al tren en cada apeadero. Muchos sonríen y hacen bromas, pero a nosotros nos remueve el alma y nos inquieren al espíritu más que a la cabeza. Prácticamente no hay adultos y nos preguntamos quién lleva el continente adelante.
Subiendo y bajando aquí y allá, atravesamos la ciudad de Mbeya, donde algunos viajeros saltarán a camiones que les lleven a Malawi.
Nosotros entramos en Zambia hasta llegar al nudo de Kapiri Mposhi, desde donde enlazamos hasta Lusaka, la capital del país.
La ciudad es, ciertamente, un alto en el camino en el que nos detenemos para recuperarnos del largo viaje. Aprovechamos para echar un vistazo a sus espacios abiertos, la gente en el mercado y una visita bien interesante al museo de arte, en el que podemos ver obras de artistas locales con un estilo africano que rara vez se ve en Europa, ni siquiera en exposiciones itinerantes. Laspinturas quizá no son tan finas, pero sí mucho más potentes... Además, máscaras de rituales de iniciación, instrumentos musicales y algún redto arqueológico y paleontológico.
Lusaka es nuestra última parada antes de aproximarnos hasta Mosi-oa-Tunya, que en la lengua local, el Tonga, quiere decir "el Humo que Truena", esto es, las cataratas Victoria.
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