Alcanzamos el final de nuestro viaje en el lugar donde Bartolomé Diaz encontró por fin el camino hacia las Indias Orientales: el lugar en el que más tarde se hallaría la Ciudad del Cabo.
En nuestro ruta desde la caída de las aguas del Zambezi en Livingstone hasta el punto donde se encuentran los océanos Atlántico e Índico, sobrevolamos el Delta del Okavango, en el que el citado río se encuentra con el desierto del Kalahari y acaba evaporándose, no sin antes producir tierra fértil por la que se mueven animales salvajes.
En Cape Town la mañana es tranquila e invita a calma. Temprano, caminamos por las playas del Atlántico h nos dirigimos al ferry que nos lleva a Robben Island, el lugar donde se encuentra la prisión en la que Madiba -Nelson Mandela- pasó 18 de sus 27 años encerrado antes de ser libre y convertirse en el presidente electo de Sudáfrica, y un símbolo de los mejores valores de la Humanidad al buscar tras su liberación, en vez de la venganza, sólo la reconciliación. Podemos hacernos cargo de todo ello, y de por qué fue votado en masa, cuando escuchamos la Historia, personal y colectiva, dentro y fuera de los muros de la cárcel, a través de los labios de un ex-preso político.
De vuelta al continente, exploramos el centro neurálgico de la ciudad, elcity Bowl, paseando por la célebre calle comercial de Long Street y por el famoso Distrito 6.
En ruta hacia la montaña plana que corona la ciudad, la bien denominada Table Mountain, ascendemos por entre los ricos y cuidados Jardines Botánicos. Desde arriba las vistas son simplemente espectaculares.
Por si fuera poco, la ciudad nos brinda uno de esos atardeceres inolvidables sobre el mar.
Acabaremos nuestro periplo con vuelo desde el hub de Johannesburgo hasta la Península Ibérica, vía la vieja Alemania, en una nave que surca las nubes con tecnología puramente europea: el Airbus A380. ¿Hay alguna manera mejor de cerrar semejante aventura? ¿De poner el broche de oro a este regalo que sentimos recibido?
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